Todos deben ser protagonistas en el aula

En estos últimos días, ha surgido un debate en España acerca de la pretensión de reducir el contenido memorístico, en la educación primaria y secundaria, por parte de la ley Celaá. No es mi intención posicionarme a favor o en contra, puesto que al final todo lo que se decide desde los despachos gubernamentales son cuestiones meramente políticas que tendrán que acatar los funcionarios. Sí, esos mismos funcionarios, maestros y profesores, que tuvieron que meterse a la fuerza en la cabeza más de cincuenta temas, para que el azar decidiera en un día si estaban o no cualificados para desempeñar un puesto de trabajo. Un sistema que, cuando éramos estudiantes de primaria y secundaria, nos hacía ser testigos de cómo el pícaro de la clase pasaba los exámenes con chuletas y sin esfuerzo.

Pero ¿qué ocurre cuando este mismo 
sistema lo queremos aplicar al aula de idiomas?

Pues que nos percatamos de que de poco sirve memorizar una lista completa de verbos irregulares, un diccionario entero para conocer el vocabulario o reglas gramaticales descontextualizadas. Es más, como estudiante de una L2, al final resulta frustrante verse incapaz de avanzar de nivel por mucho que se esfuerce uno y se gaste el dinero yendo a clases. Tanto, que al final dan ganas de abandonar, pensando que eres mal estudiante o que ya no tienes las capacidades que tenías antes; hasta que te das cuenta de que lo que no tienes es un buen guía que sepa llevarte por el buen camino.

Para empezar, la memoria es solo uno de los factores cognitivos. Obvio que es muy necesaria, sin ella es difícil establecer relaciones conceptuales e interpretativas en el intelecto que ayuden a prosperar en el aprendizaje; pero hay que saber activarla de manera adecuada y, para conseguirlo, hay que ser consciente de que existen estilos de aprendizaje distintos y que hay más factores implicados.

Es fundamental que el profesor conozca la autonomía del alumno y lo tenga en cuenta, ya que no todos tienen por qué ser capaces de trabajar y aprender por sí mismos, de organizarse solos, de relacionar conocimientos nuevos con los que ya tiene. A esto contribuirá la cooperación y colaboración no solo del profesor, sino del resto de compañeros de clase, puesto que dentro del aula todos son protagonistas.

Como estudiante, me he sentido desmotivado y frustrado en muchas ocasiones. Se trata también de empatizar con aquellos que no son capaces de seguir o adaptarse al ritmo y las circunstancias de una clase. Precisamente por esto, se deben tener en cuenta las motivaciones, necesidades y expectativas del aprendiente; de lo contrario, el aprendizaje no será realmente útil. Dicho aprendizaje necesita ser significativo, atendiendo a los temas, intereses y deseos personales del alumno para ofrecer contenidos relevantes y pertinentes. Para ello, es necesario conocer la mejor manera que tiene cada alumno de procesar y retener la información; siendo de gran relevancia la consideración de las inteligencias múltiples y los diferentes estilos de aprendizaje: auditivo, visual, táctil, cinestésico. La motivación es, por tanto, un elemento fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje, pero que no solo depende de factores cognitivos, sino también sociales y afectivos (Dörnyei, 2008), ya que la interconexión de estos tres factores va a favorecer un aprendizaje exitoso, al propiciar una actitud positiva combinada con la activación de la atención y de la memoria.

Por todo ello, en cualquier aula, ya sea de enseñanza de segundas lenguas o de cualquier otra materia, el protagonista no es solo el profesor. La clase es un grupo de personas en el que todas son protagonistas y esenciales: en las clases en las que solo hay un alumno o pocos alumnos, incluso suele ser más fácil el proceso de enseñanza-aprendizaje. Es por este motivo por el que se debe tener a todos en cuenta para que ese proceso sea exitoso por igual y sin marginar a nadie. Todos hemos sido aprendices en algún momento de nuestra vida y, por tanto, debemos ser conscientes de esa experiencia y reflexionar sobre ella para aprovecharla y aplicarla en clase.

Como conclusión a esta reflexión, muestro mi versión de una viñeta que circula por Internet que ejemplifica, en forma de metáfora, lo injusto que es el sistema educativo, donde aparecen diferentes animales a los que se les ordena subirse a un mismo árbol si quieren pasar una prueba, excusándose en que debe ser así para que el examen sea “justo”.
Como se puede apreciar, en mi versión he añadido un objetivo más concreto: subir al árbol para coger una manzana. Las manzanas serían los contenidos a impartir, calificados de “apetitosos” para animar a los animales a asumirlos, conseguir que quieran trepar por el árbol para alcanzar ese objetivo que se propone el docente. Pero, ¿realmente les parece la manzana a todos los animales un manjar igual de apetitoso?
También he cambiado algunos animales en cuanto a su versión original: Ya no solo es el mono el único capaz de trepar el árbol; sino que hay animales a los que les será más fácil alcanzar esa manzana, otros que les será muy complicado o prácticamente imposible, y a algunos la desmotivación hará que ni lo intenten aun siendo capaces. La mayoría de ellos no le encontrarán realmente sentido a la prueba, así que dejarán de prestarle atención a lo que diga el docente. 

Resumido queda también así, en una sola viñeta de humor gráfico, el hecho de que todos deben ser protagonistas en el aula.

Bibliografía:
-Dörnyei, Z., 2008. Estrategias de motivación en el aula de lenguas. Barcelona, UOC (Universitat Obeta de Catalunya).
-Ramos Álvarez, A., 2018. El papel del alumno y el del profesor en el aula de ELE. En: Asignatura Habilidades docentes y gestión del aula de ELE. Madrid: Universidad Nebrija. UD2.
-Zafra, I., 2021. El gobierno planea un vuelco para que el aprendizaje en la escuela sea menos memorístico. El País (elpais.com). [en línea]

1 comentario:

  1. ¡Hola, Damián!
    Me encanta tu viñeta, y la cara de confundidos que se les queda a los animales con lo que se les pide, jejeje.
    Coincido contigo en la importancia de valorar a cada uno por sus aptitudes; quizá no sea un sistema justo aquel que mide o califica con los mismos criterios a entes tan diferentes.

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